Su valor arquitectónico más singular es la sencillez de sus formas, que le dan el aspecto de un barco encallado en la orilla del mar. Sus terrazas cubiertas y descubiertas proponen un juego de luces y sombras cambiante según la incidencia solar, generando un efecto de “movimiento” en altura. Ese efecto se acentúa con una piel singular formada por bandas de hormigón blanco rayado, vidrio transparente y curvo en las esquinas, y carpinterías que asemejan haces de luz proyectados desde el interior hacia el exterior.